lunes, 7 de abril de 2014

Sobre aborto y unión civil

Semanas previas a la marcha por la vida los ataques a la Iglesia se hicieron incesantes y de mayor magnitud respecto al odio y animadversión hacia ella. Diferentes líderes de opinión daban cada uno su punto de vista en contra de esta marcha, argumentando que hoy la mujer debe lograr total derecho sobre su cuerpo y la decisión de ser madre o no. Se manifestó que el aborto por violación es el único medio para que la mujer violada no sufra al ver al “producto” de la violación. Se resalta el hecho que un hijo no deseado es una carga o un impedimento para la realización de la mujer como profesional. Y se llegó a decir incluso que el logro de una sociedad justa y sin violencia se lograría al poder contar la madre con la decisión de no tener hijos más allá de los que pueda acompañar y criar. Lo que no imaginaron los que atacan a la Iglesia fue la convocatoria al mensaje por la vida que desde diversos colectivos y la Iglesia misma se logró en varias ciudades del Perú.


Pero el ataque continúa. La Unión Civil es el medio por el cual ciertos colectivos que argumentan ser discriminados en sus derechos ciudadanos sostienen que es necesario admitir la figura de la pareja homosexual como base al logro de aquellos derechos con los que cuenta la pareja heterosexual, incluido el matrimonio y la adopción o la propiedad conyugal. Operadores políticos, inmersos en el gaypower, proponen revisiones y nuevas leyes para lograr tal fin.

Las redes sociales se han convertido en el campo de batalla donde el argumento de los colectivos gay se convierte en iracundos ataques a aquellos que se permiten pensar y argumentar distinto. Es el medio que aprovechan para atacar a la familia y a la Iglesia utilizando incluso las palabras del Papa Francisco fuera del contexto del que fueron dichas.

La enseñanza del Papa nos recuerda sobre la coherencia de vida y la misericordia. Nos dice “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?. No hay que discriminar a estas personas, hay que integrarlas a la sociedad”. En ningún momento expresó su apoyo a la unión civil. En sus palabras veo un condicional… “si busca al Señor y tiene buena voluntad”, entonces ese es el camino de su felicidad e integración a la sociedad y la Iglesia reconociendo su valor como persona e hijo de Dios, hermano nuestro. Incluso el Papa Francisco repite con firmeza la observación del “lobby gay”, el “gaypower” con su agenda y objetivos específicos para atacar a la Iglesia y todo aquello que representa.

Por otro lado, soy consciente de un hecho que caracteriza hoy a nuestra Iglesia: la falta de una profunda formación doctrinal. No conocer lo que la Iglesia dice sobre la familia nos lleva a tomar ciertas posturas de aceptación que van en contradicción del Magisterio. Existe una apertura a pensamientos liberales que socavan nuestra fe relativizando la enseñanza sobre la vida, el matrimonio y la construcción de la civilización del amor. Quizá la Iglesia se da cuenta hoy que el mensaje de salvación a través de su Magisterio está cada vez más lejos de sus fieles, así estos participen de movimientos y comunidades. Este desconocimiento doctrinal incluso lleva a expresar por parte de no pocos cristianos que sí discriminamos o que la postura de la iglesia es anacrónica, lejana al contexto actual. Hasta aquí entonces estos colectivos han ganado la batalla.

Se dicen discriminados pero cuentan con el poder para actuar y presionar conciencias y bolsillos. El caso de Brendan Eich, Co-Fundador de Mozilla, quien aportó dinero a una campaña profamilia y que por este acto de convicción y decisión personal y familiar, fue atacado por los colectivos gay – lobby gay o gaypower – tomando la decisión de renunciar a Mozilla. Y se dicen discriminados.

El aborto y la unión civil son ataques a la institución básica y fundamental de la Iglesia: La familia. Vivir con coherencia nuestra opción de vida, formarnos en el Magisterio respecto a la vida y la familia, logrará que respondamos con caridad a estos ataques, mostrando al mundo el verdadero mensaje de la Iglesia: amarnos los unos a los otros.

Luis Antonio Suclla Lazo
Catequista

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